Los países consiguieron aplanar la curva de contagios de coronavirus en Oceanía, el continente insular donde pese a los buenos resultados, aún no dan por derrotada la pandemia.
Con dos estrategias muy distintas, Nueva Zelanda -que optó por el confinamiento total- y Australia -que prefirió una vía intermedia para no parar el país- consiguieron aplanar la curva de contagios de coronavirus en Oceanía, el continente insular donde pese a los buenos resultados, aún no dan por derrotada la pandemia.
Australia, con una población cercana a los 25 millones de habitantes, registra 61 muertes y unos 6.494 contagios, mientras que Nueva Zelanda, con menos de 5 millones de habitantes, tiene unos 1.366 casos confirmados y 9 muertes por la infección.
Estos datos indican que que un 0,03% y 0,02% de la población de cada país fue infectada con la Covid-19, y que tienen una tasa de mortalidad menor al 1%.
El primer ministro australiano, Scott Morrison, advirtió, sin embargo, que no hay que sentirse satisfechos aún ya que «hemos visto lo que pasó en Singapur y recientemente en Suecia y otros países», en una entrevista con el canal 7 de la televisión local, al referirse al repunte de casos y muertes por el coronavirus en el exterior.
El premier descartó relajar las medidas para contener la pandemia y anticipó que para llegar a ese punto aún restan «muchas semanas de distancia».
Las pruebas para detectar el coronavirus se hacen masivamente en Nueva Zelanda y en Australia, este último el país del mundo que realiza el mayor número de estos exámenes patológicos.
Sin embargo, mientras el liberal Morrison apuesta por no detener la economía, su homóloga neozelandesa, la laborista Jacinda Ardern, prefiere medidas drásticas de confinamiento en los hogares, una directiva que está en vigencia desde el 26 de marzo.
Ardern remarcó ayer a la prensa que el nivel 4 de confinamiento se mantendrá hasta el 20 de abril y que los neozelandeses pueden esperar que «los controles y restricciones de las fronteras se mantengan por un largo tiempo», según declaraciones reproducidas por la agencia de noticias EFE.
«Nuestra cifra de casos es baja pero eso no supone que hayamos derrotado al virus» indicó la mandataria, uno de los pocos países del mundo que apuntó a una estrategia para «erradicar» al virus.
En contraste en Australia, aplica la estrategia «Ricitos de Oro», en alusión al cuento infantil en donde la protagonista busca el punto medio, al ordenar el confinamiento pero también dejar que sigan las actividades productivas esenciales.
En este país, las medidas de libertad de movimiento y reunión se fueron aplicando progresivamente desde mediados de marzo, lo que se tradujo en el cierre de pubs, clubes, iglesias y otros espacios públicos, límites a la venta de comida y bebida, y por último finalmente restricciones a las reuniones de más de dos personas.
Australia mantiene las escuelas y guarderías para los padres que tienen que desplazarse a sus centros de trabajo e incluso dio subsidios para el cuidado de los más pequeños.
Ambos países son insulares con fronteras más fáciles de controlar, una población pequeña en comparación a su territorio, que se concentra en ciudades con baja densidad demográfica y tienen sistemas sanitarios públicos fuertes que les permiten hacer frente a la crisis.
Ambos gobiernos dieron financiación para ampliar los servicios del sector sanitario, de apoyo a los servicios de salud mental y adoptaron una serie de subsidios salariales y ayudas para los desempleados.
«Los matemáticos en Nueva Zelanda estiman que hay un 50% de posibilidades de que sus actuales restricciones eliminen el virus en 90 días a partir del cierre (dentro de unas 11 semanas)», indican en un artículo publicado el lunes por el Instituto Grattan, su director ejecutivo, John Daley, y su director del Programa de Salud, Stephen Duckett.
En el caso de Australia, a pesar de que no erradicará el virus, todo apunta a que sus medidas dejarían al país en un escenario favorable para combatir la pandemia, según estos expertos, quienes apuntan a una combinación de factores como la respuesta rápida a la crisis, la cultura de cumplimiento de los ciudadanos o incluso el aire limpio, señaló Télam.