El Tribunal Oral Federal de Comodoro Rivadavia condenó a 9 nueve sujetos de una banda que vendía cocaína y marihuana en Trelew, Comodoro Rivadavia y Buenos Aires.
Según la imputación del fiscal Teodoro Nünrberg, el estupefaciente lo compraban en Buenos Aires y lo enviaban por correo a la ciudad petrolera.
Desde allí una parte iba al Valle.
Lo redistribuían luego entre punteros para su comercialización al menudeo en plena vía pública. Todo sucedió en 2012.
La causa arrancó con una denuncia telefónica anónima sobre venta de droga en Pasaje Chiclana del barrio Oeste, en Trelew.
Empezaron tareas de vigilancia e intervenciones telefónicas.
La investigación se amplió y condujo al grupo que se juzgó.
Al momento del fallo algunos ya estaban presos en la Unidad 6 de Rawson.
Alberto Marino Orihuela –consideró el cabecilla y mayorista del grupo- fue condenado por comercio a cinco años de prisión efectiva; Rafael Armando Martínez, por transporte, a cuatro años y tres meses de prisión efectiva, y su hermano Fabián Enrique “Negro” Martínez, por transporte, a dos años en suspenso.
Gustavo Joel Ruloff, por comercio, fue sentenciado a seis años de prisión efectiva, y su hermano Sergio Alejandro Ruloff, por tenencia simple, fue castigado con un año de prisión en suspenso.
Realizará 200 horas de trabajos no remunerados a favor del Estado o de una institución pública. Si no cumple, irá a la cárcel.
Diego Damián Orihuela, por comercio, fue penado con cuatro años, al igual que Raúl Ricardo Fiochetta.
La lista sigue con Silvio Maximiliano Cancian, que por tenencia simple fue castigado con un año en suspenso.
También hará 200 horas de trabajo no remunerado.
Por último, César Andrés “Corqui” Railef, por tenencia simple, fue condenado a un año y dos meses de prisión en suspenso y 200 horas de trabajo gratis.
El fallo de los jueces Nora María Teresa Cabrera de Monella, Enrique Guanziroli y Luis Giménez repasó los once allanamientos en Capital Federal, Trelew y Comodoro.
Hallaron marihuana, cocaína, pasaportes, libretas con anotaciones, celulares, pesos, dólares, papeles de vehículos, picachus, balanzas de precisión, armas, municiones, papeles de vehículos, picadores, papeles para armar, cintas de embalar, pipas, nylon y medicamentos.
Alberto “Beto” Orihuela y Rafael Martínez compraban droga fuera de Chubut y la enviaban a Comodoro.
Como exempleado de Oca, Fabián Martínez le avisaba a su hermano Rafael para que no corriera riesgos al buscar la encomienda.
La tarde del 2 de noviembre de 2012, en la oficina del correo privado en Comodoro, se secuestró uno de esos paquetes que llegaba de Buenos Aires.
Contenía casi 4 kilos de cocaína distribuidos en 349 tizas y 4 piedras, y una balanza de precisión.
Todo disimulado en pañales blancos.
Era un envío de Orihuela para Rafael. Cuando “Beto” se enteró del fracaso dela operación, avisó a sus punteros con mensajes como: “Amigo malas noticias, se perdió todo” y “ellos me avisaron, la onda es que estamos todos libres, si el bolita no se hubiera atrasado capaz no pasa, bue ya fue”.
Desde dentro de la oficina, Fabián le avisó a su hermano Rafael que no fuera a buscarla porque había vigilancia policial:
-¿Hola?
-¿Gordo?
-¿Si?
-Gordo, ¡al horno eh!
-¿Tamos todo mal?
-Sí, están los dos Federico acá adentro con la caja…
-Uhh… bueno.
-Están esperando que vayan a buscarlo
-Bueno, ¿cuando llegó, hoy?
-Hoy.
-¡Dale!
-Listo, gordo.
Rafael confesó que solía recibir encomiendas con droga pero su hermano no sabía nada. “Lo metió en un problema y está arrepentido”.
Su hermano Fabián dijo que había esperado cinco años para poder hablar en el juicio. “Cuando se dio cuenta que era la encomienda vigilada por policías, se puso nervioso, se asustó y cometió el error de llamarlo y avisarle, pero no tiene nada que ver con drogas. Cuando advierte que ese código coincidía con el de su hermano lo llamó inconscientemente para ayudarlo”.
En Trelew, el hermano de “Beto” Orihuela, Diego, solía moverse con su pariente, les cobraba a los punteros y guardaba en la casa de sus padres la mercadería.
Según las vigilancias, las fotos y las escuchas, uno de los vendedores al menudeo era Gustavo Ruloff: tenía encuentros breves y realizaba pasamanos en su domicilio, en un residencial de calle Sarmiento y en las plazas Alfredo García –cerca de la pista de atletismo- y Centenario de Trelew, lugares de concurrencia de numerosos jóvenes y menores. Negociaba pedidos por teléfono y hasta hacía delivery.
Declaró que “en ese momento andaba perdido, consumía droga de chico, era adicto, perdió todo, y hoy está sano, conoció a Dios y aprendió a valorar la vida”.
Además “se hace cargo de las cosas que son suyas pero se lo acusa de cosas que no son tan así, no era un vendedor ni un traficante que hizo fortunas, lo único que hizo fue comprar una tiza”. En ese tiempo “andaba re perdido, mal, muy adicto”.
Ahora “está agradecido de estar preso porque pudo cambiar su vida”.
El TOF consideró que Gustavo “no es un narcotraficante de envergadura sino un pequeño intermediario que entra en la comercialización para a su vez autoabastecerse, incitando y contagiando a jóvenes a ingresar o mantenerse en este flagelo que azota a muchas familias”.
Su hermano Sergio Ruloff compró marihuana en la vía pública a pedido de su hermano Gustavo.
La guardó en casa de sus padres, Lezana norte, donde se incautó.
La madre de ambos llegó a reclamarles que saquen la droga del hogar para evitar problemas.
En cuanto a “Raulito” Fiochetta, a su casa iban distintas personas que permanecían pocos instantes y se verificaron pasamanos, con movimiento de vehículos.
Era un “kiosquito”. Se confesó consumidor. Tenía vínculos con los Ruloff. Las escuchas revelaron varias conversaciones sobre venta de droga, en lenguaje encriptado: “Cris”, “un ciego”, “Cristina”, “algo”, “prima”, “ella”, con referencias a calidades, cantidades y precio.
Railef estaba prófugo y apareció en medio del debate. Le imputaron vender al menudeo marihuana y cocaína en las plazas “Centenario” y “Alfredo García”, cerca de la pista de atletismo. La Policía advirtió que vendía a una distancia no mayor de dos o tres metros de numerosos menores en el lugar.
A Cancián se le atribuye que en Trelew cometió tenencia de estupefacientes para comercializar al menudeo, detectado en su domicilio.
Al ser detenido quiso tirar la droga en un inodoro.
“Una vez más se advierte que el flagelo de la droga se ha adueñado de personas jóvenes que delinquen olvidándose de su libertad, de su salud, de su familia, y en esa avanzada violenta a cuatro de ellos se les secuestraron armas de fuego, lo que es una muestra más de la peligrosidad del tráfico ilícito”, concluyó la sentencia.