El arquitecto de Trelew José Pablo Mehaudy llegó a Camarones contratado para levantar una vivienda en ese tesoro escondido en la costa de Chubut. No imaginaba que en el terreno lindero terminaría haciendo la obra que más satisfacciones le trajo. Esta es su historia.
Parado sobre una barranca de Camarones a metros del mar, observaba esos dos lotes que lo tentaban: con acceso desde la calle El Arroyito sin número, iluminados por el sol del sur, brillaban como una oportunidad bajo el cielo puro de la Patagonia. Para impulsar el desarrollo, el municipio de ese pequeño pueblo hoy de 1634 habitantes los dejaba a un precio accesible a cambio de que se construyera en un plazo de dos años: de lo contrario, retendría el título de propiedad. Cada vez que caminaba por la Playa del Buscavidas, los miraba desde abajo, pero aún no se decidía. De acuerdo con Río Negro.
El arquitecto José Pablo Mehaudy había llegado a ese tesoro escondido de Chubut contratado para construir una casa en ese paraíso de cara al Atlántico, entre naufragios legendarios que atraen a los arqueólogos marinos y ballenas que convocan a biólogos y turistas. Desde el obrador vecino contemplaba esos terrenos desde una tercera perspectiva y al terminar la vivienda optó por comprarlos, encandilado por la vista a ese mar azul infinito.
No sabía entonces qué haría allí, pero estaban tan cerca de la línea donde rompían las olas, en ese pueblito tan lindo donde se respiraba naturaleza pura y el legado de los inmigrantes galeses, que se decidió. No imaginaba que allí haría la obra de su vida: no es que le faltaran candidatas para competirle, pero ninguna otra le traería tantas satisfacciones de las que más le gustan, las emocionales.
Diseñó su casa desde cero, pero entendió que debía adaptarse al espíritu del pueblo
La construcción arrancó en el 2010 y terminó en el 2012, con 85 metros cuadrados cubiertos y 15 semicubiertos. Apostó por la mano de obra local y para la estructura metálica del techo contrató al taller metalúrgico del pueblo. Para eso, le pidió prestado el camión a un amigo, cargó los hierros y los llevó: no había corralones en aquellos tiempos en Camarones y hoy hay tres. Más de una vez tuvo que hacer más de 500 km a Trelew o Madryn en el día para ir a buscar materiales y volver ante una emergencia.
El día que tiró su propio diseño para honrar la identidad de Camarones
En el 2010, para armar el proyecto José convocó a dos colegas amigos. Les mostró el boceto, les pidió ayuda en forma de opinión. “No es fácil para un arquitecto diseñar su propia casa”, explica. Una mañana estaban los tres en la barranca y observó en detalle el panorama: se veían a lo lejos casas de techo de chapa, ese aire a las construcciones de estilo galés de madera de pinotea. Entonces lo comprendió: lo que había dibujado no tenía nada que ver con lo que veía.
Esa mañana hizo un bollo con el proyecto y lo tiró. Sus amigos lo miraron asombrados. “No puedo hacer algo que no tenga nada que ver con Camarones, no puedo hacer la casa distinta del arquitecto, soy yo el que se tiene que adaptar al pueblo”, les explicó.
Venía influenciado en el estilo por la construcción del Centro de Interpretación de Punta Tombo, un asombroso proyecto que ideó en el área natural protegida donde cada primavera llegan 250 mil parejas de pingüinos para tener a sus crías.
Había que aliviar la carga de visitantes en la zona de los nidos y dibujó un complejo de edificios que se mimetiza tanto con el entorno que es difícil verlo, aunque esté posado sobre una lomada. Le tocó construir en la meseta patagónica y se adaptó a las formas del paisaje, a sus colores.
Del estilo británico a la esencia patagónica: el camino hacia una obra con identidad
Aprendió esa lección en Inglaterra, donde vivió entre los 30 y los 31 años. En una reunión con arquitectos y diseñadores mostró orgulloso una casa que había construido en el sur de la Argentina, de estilo británico. “Es linda, pero como todas las que hay acá. ¿No hay nada que te inspire a hacer algo distinto en la Patagonia?”, le dijo uno de los asistentes al evento. Fue su máster: para alguien que sabe escuchar, nada mejor que buscar la respuesta a una pregunta inteligente.
De regreso al país, propuso en Chubut un proyecto para las edificaciones de las áreas naturales protegidas. Después de mucho bregar, lo aceptaron. Había por entonces construcciones del tipo militar, paredes blancas, techos de chapa pintados de verde, todas igualkes. Logró desterrar esa lógica y adaptar los proyectos a la montaña, la meseta, la costa. Eso, piensa, es la arquitectura.
Una casa hecha con alma patagónica y materiales del paisaje
Fue en 2010 que se inauguró el Centro de Interpretación de Punta Tombo. Cuando advirtió el error de replicar el concepto de techos rectos y bajos integrados a la meseta, tiró el primer proyecto: en Camarones había una historia, una cultura, que respetar. Generó el definitivo con la colaboración del arquitecto Walter Vera.
Con materiales de la zona: paredes exteriores de piedra y concreto, interiores de estuco molido también para pisos en color piel sin pintura, como el tono del médano en el que se tiraba con sus amigos cuando eran chicos, techo de chapa y madera de álamo, herrería exterior, ventanales dobles, carpintería de aluminio. Con el sello de la arquitectura de Camarones y el toque de su estilo.
Un grupo de arqueólogos marinos le pidió alquilarla para tomarla como base para sus investigaciones de naufragios y desde entonces, boca a boca, la red de interesados se amplió. El deja su piano, sus libros, todas sus cosas y le da alegría saber que cada vez que vuelve a la casa que supo construir siempre la encuentra mejor de lo que la dejó.
Mini bío
El arquitecto José Pablo Mehaudy es de Trelew, tiene 61 años y se recibió en la Universidad de Belgrano. En estos días trabaja en el nuevo proyecto en el Centro de Interpretación Istmo Ameghino en Península Valdés, Chubut.